Más del 40% de la población en México es pobre.
Esta familia vive en una zona que llaman Cartolandia en la ciudad de Tijuana, a un costado de la vía rápida Alamar donde predominan las casas de cartón y madera, con piso de tierra y sin servicios básicos regulares, para eso les alcanza.
Por las noches, Marvin trabaja en una maquiladora y en el día su esposa en una fábrica, dan todo su esfuerzo para que sus cuatro hijos tengan las oportunidades que ellos no tuvieron.
Los niños sueñan con ser médicos, bomberos o maestros, juegan, se divierten. Por una parte pareciera que no saben qué es la pobreza, pero por otra, cuando platican, te das cuenta de lo conscientes que están de sus necesidades.
En otra área de la ciudad, en un cerro a un costado del libramiento Rosas Magallón, en una especie de favelas mexicanas donde las personas han ido llegando poco a poco, la necesidad es la misma, aunque algunas características del lugar y de las casitas improvisadas son distintas.
Teresa es una mujer de la tercera edad, entre su esposo y sus hijos armaron un pequeño cuarto de madera, migraron al norte, a Tijuana, porque, a diferencia del centro y sur del país donde literalmente vivían al día, acá por lo menos hay para obtener algunas cosas.
Su vida no ha sido fácil, en muchos momentos se han sentido derrotados, pero se aferran a la fé que los mantiene con fuerzas y pese a todo a seguir intentando ser felices en el país que los vio nacer.
La pobreza es no tener alimentos o ingreso para una dieta balanceada, no tener servicios básicos como agua, luz o drenaje, no tener acceso a vivienda formal, educación, seguridad social, oportunidades de empleo o ingresos y otros factores, el 41.9% de los mexicanos sufre estas carencias.
Bien o mal, los gobiernos han hecho acciones para tratar de reducir la brecha de desigualdad, pero no han sido suficientes, falta más, mucho más.