Estados Unidos los desecha y en México son invisibles.

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Hombres en El Bordo de Tijuana
Hombres en El Bordo de Tijuana

En El Bordo de Tijuana deambulan entre mil y mil 500 personas.

Hace años David Aaron iniciaba la carrera de Ingeniería Civil, soñaba con ser profesionista y tener familia, ahora comparte jeringas en los límites entre México y Estados Unidos, en un lugar al que en Tijuana se le conoce como El Bordo ¿Cómo alguien con esas oportunidades termina así en una canalización?

El de Áaron Urias no es un caso aislado, a lo largo de la frontera abundan historias de «Los Olvidados» personas que vivieron años en Estados Unidos brindando mano de obra y repentinamente las regresaron a un lugar extraño: el país donde nacieron.

Maguie Rodríguez duerme donde puede, se baña entre aguas negras y pluviales del canal, a escasos metros de la malla que le impide cruzar a donde vivió por más de tres décadas. Las secuelas físicas, emocionales y mentales en ella son evidentes.

Tan sólo el año pasado, de acuerdo al EMIF, un programa creado por el Colegio de la Frontera Norte (el COLEF) más de 195 mil hombres y mujeres fueron deportados de Estados Unidos hacia México y aunque las cifras han disminuido en los últimos meses, la migración de sur a norte y en este caso de norte a sur de manera forzada no ha cesado.

También datos del COLEF señalan que en la franja norte de México existen 90 albergues (operados en su mayoría por sociedad civil) con capacidad para 11 mil 500 personas, pero debido a la pandemia por el Covid19 cerraron sus puertas quedándose con los que ya venían atendiendo para evitar la propagación de la enfermedad.

El gobierno no tiene un plan efectivo de atención a esta población vulnerable, si lo tuviera no existirían tantos casos, pero hace algunos esfuerzos con apoyo de organizaciones y asociaciones civiles quienes se llevan prácticamente toda la carga en cuanto a la atención de este sector.

Hacen su vida en Estados Unidos, los deportan (sí, muchas veces por cometer distintas ilegalidades), llegan a una ciudad extraña, con poca ayuda, sin dinero, expuestos a las drogas y es ahí donde la depresión explota, les quita las fuerzas, los saca del camino fácilmente y terminan en la calle.

Cruz Manuel Álvarez vive debajo de una vialidad, en medio de un obscuro cajón pluvial por donde también pasan aguas negras y suelen ser rutas de polleros que se dedican a intentar cruzar personas sin documentos. Dice que la muerte de su mamá lo deprimió y está consiente de su problemática.

Mientras unos viven en pluviales o alcantarillas, otros lo hacen en ñongos, como le llaman a las casitas improvisadas de cartón y madera.

Briana Alanís, su novio y un amigo armaron esta guarida entre el canal y la garita de El Chaparral para ingresar a San Diego, en un espacio de dos por dos metros y tienen dos camas, muebles y una pequeña ventana. El fogón para cocinar y el lugar para hacer del baño es afuera.

No hay estadísticas sobre los migrantes deportados que logran reintegrarse a la sociedad y en contraparte tampoco hay cifras exactas, pero por lo menos tenemos una radiografía urbana de la magnitud de esta problemática.

Están en todas las ciudades, nos acostumbramos a verlos a tal grado que para muchos se vuelven invisibles, por ello los llaman «Los Olvidados», seres humanos en condición de calle que han tocado fondo y que difícilmente sin ayuda podrán salir adelante.

EL BORDO

De acuerdo a últimos estudios que han realizado diversas instituciones y datos recopilados por la doctora María de Rosario Lozada, «El Bordo» es una extensión de cuatro kilómetros sobre la canalización entre Tijuana y San Diego donde deambulan y viven entre mil y mil 500 personas.

La edad promedio de los que habitan este punto es de 27 a 45 años de edad, no todos han sido deportados es importante mencionar, muchos de ellos tienen más de 5 años siendo residentes de la ciudad.

Solo un 30% de esta población duerme en el área de «El Bordo», de la compuerta uno a la cinco, esto es del inicio al puente de la 20 de noviembre y el 10% en el área del Alamar y Los Álamos.

Esto quiere decir que más de la mitad de la personas que se ven caminando por la zona, sólo son compradores de algún tipo de sustancia tóxica, compran, venden y consumen, ya que muchas veces por donde viven no lo pueden hacer.

En «El Bordo» hay 25 hoyos habitados, siete alcantarillas y 10 puentes a lo largo de los cuatro kilómetros de la canalización, el 65% no cuenta con documentos de identidad y el 20 % son extranjeros, en su mayoría ciudadanos norteamericanos y centroamericanos de las últimas caravanas.

El 70 % de la población consume algún tipo de sustancia tóxica fuerte como heroína o metanfetamina, las dosis están entre 50 y 100 pesos y cada uno de ellos consume las sustancias entre tres y cinco veces al día.

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