Liberado tras cumplir 40 años en prisión, su caso marca un precedente en la política de extradiciones.
Ernesto «Don Neto» Fonseca Carrillo, cofundador del histórico Cártel de Guadalajara, recuperó su libertad el 5 de abril tras cumplir íntegramente su condena de 40 años en México por el asesinato del agente de la DEA Enrique «Kiki» Camarena y el piloto Alfredo Zavala en 1985. A sus 94 años, el capo se convierte en el único líder narco de su generación que fue juzgado exclusivamente por tribunales mexicanos, evitando la extradición a Estados Unidos gracias a un principio legal clave.
El argumento que protegió a Fonseca Carrillo fue el principio de «non bis in ídem» (no dos veces por lo mismo), establecido en el Artículo 23 de la Constitución mexicana. En 2015, el entonces canciller José Antonio Meade negó formalmente la solicitud de extradición estadounidense al considerar que el capo ya había sido sentenciado en México por los mismos delitos que se le imputaban en Estados Unidos. Esta decisión contrasta con el destino de sus socios, Rafael Caro Quintero fue extraditado en febrero de 2025 y Miguel Ángel Félix Gallardo cumple condena en el otro lado hasta 2029.
Aunque la DEA mantiene activa su ficha de búsqueda, donde lo describe como «armado y peligroso», las autoridades mexicanas consideran el caso jurídicamente cerrado. Fonseca Carrillo pasó sus últimos 10 años de condena bajo prisión domiciliaria en Atizapán, Estado de México, debido a su edad avanzada y frágil estado de salud. Su liberación definitiva se dio sin fanfarrias, pese a su espectacular captura que el Ejército realizó en 1985 en Puerto Vallarta.
Este caso histórico revela las tensiones en la cooperación antidrogas bilateral, mientras Estados Unidos insiste en juzgar a capos por crímenes internacionales, México prioriza su soberanía judicial.