A Edgar y su hermana Kimberly les gusta pintar, dibujar, estudiar, ir a la escuela, pero desde marzo por la pandemia no habían tenido clases. Para ellos la opción de la televisión o el internet simplemente no existe.
Afortunadamente a una de sus vecinas, la maestra de bachillerato Alma Ortiz con ayuda de su hija universitaria, Paola Ávila, se les ocurrió habilitar en el patio de su casa un espacio para que pudieran seguir estudiando.
Iniciaron con estos dos niños pero la próxima semana se integrarán otros cuatro con la misma necesidad.
No solamente donan su tiempo y el espacio para las clases, la mayoría de los materiales salen de sus bolsillos, pero también otras personas se han sumado con donativos, incluso de laptops. Esto es lo que se denomina VOCACIÓN.
Los que más disfrutan son los niños porque aprenden la teoría y la práctica, pero estoy seguro que la mayor satisfacción es la de estas dos mujeres que contribuyen a su comunidad. Viva México y que esta acción motive y se replique en La Tijuana Que Yo Quiero.