En este penal hay 330 mujeres privadas de su libertad.
En esta cárcel se encuentran privadas de su libertad cientos de mujeres con distintos perfiles criminales, de diferente peligrosidad en el noroeste de México.
Rebeca por darle un nombre de referencia para esta nota a quien nos pidieron mantener en el anonimato, aceptó compartir su testimonio con el propósito de que otras mujeres en el exterior no repitan su camino.
¿Te arrepentiste del crimen que cometiste? «Sí, mucho, sí mucho, porque perdí muchas cosas y una de esas fue el poder vivir con mi hija, el conocerla, el convivir con ella todas sus etapas, ahorita ya es una niña, tenía mucho que no la veía, un año 8 meses por la pandemia y hace poco la vi y pues me cambió todo, como ya pasaron 10 años ahora sí dije ahora sí me pasó el tiempo» declaró Rebeca.
Su sentencia fue de 24 años de encierro pero a los 12 puede solicitar su liberación anticipada por buena conducta; por lo pronto lleva 10 años, 7 meses privada de su libertad.
En este penal hay 330 mujeres privadas de su libertad por delitos como narcomenudeo, robos, asaltos, secuestros y homicidios; en cada celda en promedio hay seis internas. Sus tres comidas son a las 6 de la mañana, mediodía y 6 de la tarde. Sus distractores: la televisión, las salidas al patio o la yarda como le llaman y los viajes, pero a través de los libros.
«A mí no me gustaba leer y aquí agarré el amor a la literatura, que te hace volar, te hace imaginar cosas que a la mejor afuera no te dabas el tiempo y pues también hacer, haces aquí familia porque a la mejor no son familia de sangre pero la lealtad que haces acá en el cereso si estás triste ellas te levantan o tú no te permites quebrarte, porque si te quiebras en este lugar es muy difícil» agregó.
Rebeca es la encargada de la biblioteca de la penitenciaría de Tijuana, donde las internas pueden tomar clases de alfabetización, primaria, secundaria y preparatoria, y además muchas acuden a aprender sobre Derecho para ayudarse a sí mismas en sus casos.
Cumplir una condena, ver pasar las horas, días, meses y años entre cuatro paredes no es nada fácil para quienes viven un proceso de readaptación social, con la esperanza de obtener su libertad y resarcir el daño que alguna vez causaron. Así es la vida en una cárcel mexicana.