No es el virus, es la economía lo que los está matando.
Los Pueblos Mágicos son bellos rincones, llenos de historia, tradición y simbolismos que dan identidad al turismo mexicano pero la pandemia está acabando con ellos.
El invierno es una de las temporadas altas para el Pueblo Mágico de Creel en el estado de Chihuahua, donde se mezclan culturas nativas, principalmente rarámuris o tarahumaras y reciben a miles de visitantes cada año, sin embargo, ahorita sus calles parecen más bien de un pueblo fantasma, están vacías.
La familia Dávalos elabora carne seca, machaca y otros productos gastronómicos artesanales que vende principalmente a turistas, se colocan en una camioneta sobre la avenida principal y sólo les queda esperar.
«Estamos viviendo al día, lo que vendemos prácticamente nos lo estamos comiendo» declaró el señor Dávalos con quien platicamos durante su jornada, en la que hasta el momento no había vendido nada.
Creel y sus alrededores son habitados por rarámuris que se dedican a la elaboración de artesanías, que de la misma manera venden a los turistas, que por la pandemia están llegando a cuenta gotas.
Creel es el punto de partida para conocer la sierra Tarahumara, sus lagos, cascadas, valles, misiones, cañones y barrancas, ideal para el contacto con la naturaleza, un verdadero Pueblo Mágico.
A todos ha impactado la pandemia, pero más a los sectores en los que las actividades se han reducido como el turismo, los Pueblos Mágicos de México están sufriendo y se aferran a la esperanza ante la incertidumbre que existe sobre el regreso de la «nueva normalidad».